viernes, 11 de mayo de 2012

José Santos Chocano


   


   Nació en Lima. Periodista, dotado de una personalidad muy compleja, batallador y revolucionario, es según Tones Rioseco: “de todos los modernistas, el mas completamente americano”. Desempeñó varios cargos políticos. En España conoció a Rubén Darío, quien le hace el prólogo de su hermoso poemario Alma América. En Guatemala es consejero y asesor del presidente Estrada Cabrera. Por acontecimientos políticos, ambos fueron encarcelados, y Chocano sentenciado a la pena de fusilamiento, salvándose gradas a la intervención de poetas, políticos y reyes José también conocido como "El Cantor de América" fue uno de los más grandes poetas de América Latina, fue considerado modernista, a pesar de ser llamado por muchos críticos, como el norteamericano Willis Knapp Jones, un romanticista, ya que sus poemas son a veces líricos y en ocasiones son épicos.En sus poesías escribe mucho sobre sus tierras y representa mucho a su país. Entre sus principales producciones líricas, están las siguientes: Iras SantasEn la AldeaAzaharesAlma AméricaLa Epopeya del MorroSelva VirgenEl Canto del SigloPrimicias de Oro de IndiasLos Cantos del Pacífico.
  

“Caudillo modernista y poeta épico, no fue con total rigor épico ni modernista: tuvo, eso sí, las características exteriores de la épica y el modernismo, sobre todo con esa grandilocuencia de cantor clamoroso que encontramos en algunos románticos y neoclásicos, y que caracterizó la poesía del mexicano Díaz Mirón, uno de los modelos de Chocano. Su poesía se articula a partir de dos ejes centrales: una profunda egolatría y el tratamiento preferente de temas alusivos al continente.

El americanismo fue tal vez el tópico más importante en su poesía, pese a su carácter epidérmico y descriptivo, que tiene en el paisajismo su soporte fundamental. Cabe aclarar que esta tendencia respondía claramente a un pensamiento de moda por entonces, que intentó definir a América a partir de su naturaleza. Por otra parte, contribuyó a reforzar estereotipos como el de una tierra voluptuosa, tropical y exótica.

La épica y la historia son otros dos componentes de importancia en su obra, ya que se ocupó de retratar gestas heroicas, plenas de imágenes que abarcan desde el período incaico hasta la lucha por la independencia. Se le ha reprochado un mayor interés por la efeméride o la anécdota que por el proceso histórico mismo, y que ello facilitara un discurso en ocasiones grandilocuente”






BLASÓN

Soy el cantor de América autóctono y salvaje:
mi lira tiene un alma, mi canto un ideal.
Mi verso no se mete colgado de un ramaje
con un vaivén pausado de hamaca tropical...

Cuando me siento Inca, le rindo vasallaje
al Sol, que me da el cetro de su poder real:
cuando me siento hispano y evoco el Coloniaje,
parecen mis estrofas trompetas de cristal

Mi fantasía viene de un abolengo moro:
los Andes son de plata, pero el León de oro;
y las dos castas fundo con épico fragor.

La sangre es española e incaico es el latido;
¡y de no ser Poeta, quizás yo hubiese sido
un blanco Aventurero o un indio Emperador!


QUIÉN SABE

Indio que asomas a la puerta
de esa tu rústica mansión:
¿Para mi sed no tienes agua?
¿Para mi frío cobertor?
¿Parco maíz para mi hambre?
¿Para mi sueño, mal rincón?
¿Breve quietud para mi andanza?

-¡Quién sabe, señor!

Indio que labras con fatiga
tierras que de otro dueño son:
¿Ignoras tú que deben tuyas
ser por tu sangre y tu sudor?
¿Ignoras tú que audaz codicia
siglos atrás te las quitó?
¿Ignoras tú que eres el amo?

-¡Quién sabe, señor!

Indio de frente taciturna
y de pupilas de fulgor:
¿Qué pensamiento es el que escondes
en tu enigmática expresión?
¿Qué es lo que buscas en tu vida?
¿Qué es lo que imploras a tu dios?
¿Qué es lo que sueña tu silencio?

-¡Quién sabe, señor!

¡Oh, raza antigua y misteriosa,
de impenetrable corazón,
que sin gozar ves la alegría
y sin sufrir ves el dolor:
eres augusta como el Ande,
el Grande Océano y el Sol!
Ese tu gesto que parece
como de vil resignación,
es de una sabia indiferencia
y de un orgullo sin rencor...

Corre por mis venas sangre tuya,
y, por tal sangre, si mi Dios
me interrogase qué prefiero
-cruz o laurel, espina o flor,
beso que apague mis suspiros
o hiel que colme mi canción-,
responderíale diciendo:
-¡Quién sabe, señor!



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