Se acerca, y su silueta me envuelve en el deseo
de tenerlo entre mis piernas.
Me mira, y puedo ver en sus ojos
el color ardiente del deseo.
Rojo de fuego, ardiente deseo,
mirada de anhelo.
Me toca y me quemo,
me estremezco.
Se acerca, y sus labios me llaman
a besarle hasta el alma.
Su lengua envenena mis ansias.
Ya entre mis piernas,
la gloria no es nada, nada vale más
que aquel instante acechante.
Cortado el aire, fluyendo la sangre.
Lo mata el deseo, como a mí me mata,
se le acaba el aliento, como a mí se me acaba.
Sin decir nada nuestros ojos se hablan,
se dicen palabras sin pronunciarlas.
Lo veo y en él veo
las partes más oscuras de mis pensamientos.
0 comentarios:
Publicar un comentario